Mi nombre es Alejandro Linares Mendiri, mis amigos me llaman Cuba, tengo 24 años y soy un artista escénico de ascendencia cubano/española. Soy un hombre de teatro, de música, de movimiento…

He de confesar que cuando a mis 20 años me preguntaron si quería hacer teatro, mi respuesta fue un rotundo “no”, nunca había hecho teatro y la verdad es que el mundo de la interpretación nunca me había llamado la atención (por lo que yo recordaba), por suerte mi negativa fue ignorada y siguieron explicándome de qué iba este proyecto: integración racial en las artes escénicas, por una escena no sólo blanca.

Yo, que en ese entonces tenía de todo menos de activista, solo me imaginé a un grupo de negros luchando juntos por un mismo objetivo, aunque entendí rápidamente que era un chaval que había crecido sin referentes con los que identificarse y no sé qué fuerza fue la que me empujó a decir que sí, pero lo hice, algo me dijo que dijera que sí y yo hago mucho caso a la intuición o como quieras llamarlo.

No pensé que me fueran a llamar, fui a la entrevista en chándal, buscando que me saliera una publi para costearme los videoclips de rap… y de pronto me encuentro haciendo teatro, un taller que era un proceso de selección, cosa que tampoco supe hasta que me llamaron para el siguiente taller. Yo sinceramente iba a ligar con una chica que me había gustado, que al final pasó de mí y a hacerme el gracioso como cuando me sentaba al final de la clase en el instituto.

“Me inspiran mis compañeros, mis amigos, mi familia…”

Cuando me llamaron para decirme que querían que estuviera en la siguiente parte del proceso pensé: “esta peña está flipando, ¡si no he llegado ni un día a mi hora! ¡Si yo diría que más bien he molestado más que otra cosa!” Yo esperaba la misma reacción que tenían los profes en el instituto, segregarme al grupo de los “vagos” y decirle a mis padres que podría hacer lo que quisiese pero que soy un vago que no quiere trabajar. En cambio esta vez confiaron en mí. Y lo hicieron cuando ni yo mismo confiaba en mí y esa confianza fue lo que me hizo querer corresponder y poner de mi parte para entender el trabajo y meterme en la onda. Así pasé mi primer año, pisando escenarios como el del Corral de Comedias de Alcalá de Henares, el Palacio de Correos en La Noche de los Teatros, los Teatros del Canal, centros culturales… haciendo pequeños montajes y muestras de no más de dos días. Desde entonces no tengo vacaciones, ni las quiero, vivo por y para esto. Para colmo, empezar en el mundo del teatro me conectó de una manera diferente con la música y aun sigo viendo como ambas ramas se nutren la una de la otra día tras día.

Mi objetivo es divertirme cada día y poder entregarle al mundo la llave para acceder a ellos mismos, creo que ese es nuestro trabajo, buscar llaves para que el mundo pueda ser un poco más libre, siendo nosotros en esencia, sin añadir o quitar nada, ahí es cuando eres universal como creador, cuanto más cerca estés de tu esencia más cerca estarás de la esencia de los demás y creo que somos los artistas quienes tenemos la responsabilidad de ser honestos y quitarnos todas las máscaras para mostrar al mundo que sí se puede, que puedes ser tú y expresarte como tú eres, y eso va a ser más parecido a lo que son los demás de lo que nos pensamos. Vivimos en un mundo que nos encierra en nuestra mente, ella tiene el timón, hasta el punto de que nos llegamos a creer que nosotros somos nuestra mente, pero nuestra mente es nuestra: forma parte de mí, pero no soy yo. Cuando entendí esto comencé en mi búsqueda de poner a la cabeza al servicio de la esencia, de la intuición o de eso otro… ponerla a mi servicio, no dejar que me dominen las ideas que nos vienen dadas, las convenciones… creo que un artista tiene que buscar su libertad para servir de ejemplo a los que estén en la búsqueda de su propia libertad. Con mis proyectos me gustaría llegar al mayor número de personas que sea posible y si mi arte puede ayudarles a sanar o a ser un poco más felices habré cumplido.

Ahora mismo estoy de gira por España con la obra Edipo a través de las llamas de Paco Becerra dirigida por Luis Luque, me alegra mucho poder llevar este mensaje a las capitales españolas, invita a la autorreflexión a través del mito de Sófocles, ¿hasta qué punto estaríamos dispuestos a sacrificarnos a nosotros mismos por el bien común? Me parece una pregunta interesante y necesaria viviendo en el mundo en el que vivimos hoy en día, en el que el modelo de éxito es aquel que menos ha tenido que hacer para conseguir el mayor número de cosas. También estoy comenzando a trabajar con Thomas Richards en su compañía Theatre No Theatre sobre las acciones físicas y los cantos tradicionales, creando piezas en las que tratamos los temas que nos trascienden, que nos traspasan y nos transforman. También cantando con mi familia de Gospel Factory, uno de los coros de gospel referentes en la escena musical y trabajando en mis propios proyectos musicales.

Me inspiran mis compañeros, mis amigos, mi familia… y todos los artistas que se desnudan ante el público sin miedo a ser vistos, sería injusto nombrar a dos o tres y no podría terminar con la basta lista de personas que me han inspirado a lo largo de mi vida.

Creo que a esto ya os contesté, pero añadiré que la decisión surgió cuando reconocí el problema que me había llevado a separarme tanto de mí mismo en una época de mi vida, al mismo tiempo descubrí que la solución estaba frente a mí, en el arte, que te invita a mirar dentro de ti y dentro de los demás, a no quedarte en la superficie, a no conformarte pero aceptar el punto en el que estás, a querer encontrarte, a serte honesto… el arte es inconformismo, es seguir buscando sabiendo que no existe bien o mal y mucho menos la perfección, el arte nos invita a aceptar quienes somos, a contradecirnos, a deconstruirnos para descubrirnos. Encontré algo de lo que hacerme responsable, un barco que llevar a puerto, una manera de hacer bien a los demás haciéndome bien a mi también. Por una vez ese extra de energía que siempre había tenido servía para algo y podía canalizarla y enfocarla en un objetivo, encontré una salida, una escapatoria del mundo del que venía, fue una grieta por la que fugarse, no me lo pensé, fui de cabeza y hasta las últimas consecuencias.

Un año después de comenzar en el mundo del teatro, mi madre me hizo recordar que yo de pequeño hice alguna que otra función en el colegio, me recordó lo metódico que era para hacerlo lo mejor posible y lo exigente que era incluso para encontrar el vestuario. Yo era fan del programa de Buenafuente en antena3 cuando era un crío de 6/7 años y él siempre comenzaba el programa con una imitación de Eugenio Jofra que me parecía desternillante, ahí descubrí el concepto de monólogo y en clase de dramatización nos dijeron que teníamos que crear una pieza y que podíamos elegir hacerla por grupos pequeños o entre todos, yo decidí presentarme sólo y escribirme un monólogo juntando todas las cosas que me hacían reír para compartirlas con los compañeros del colegio. Todo el mundo se reía y me sentí realmente bien, pero también sentí los momentos en los que esperabas una gran carcajada y no funcionaba… sin saberlo, de alguna manera me di cuenta de el trabajo que costaba dedicarse a contar historias y lo subjetivo que es todo esto. La asignatura de dramatización fue eliminada del programa educativo y solo podías hacer teatro uniéndote al grupo de extraescolares y yo desde muy pequeño odiaba ir a las clases, con lo que lo último que quería era quedarme un segundo más en aquel lugar, quería ir al parque con los amigos y llenarnos de barro jugando al fútbol y haciendo el salvaje. Y quien me diría que se volvería a cruzar en mi camino el escenario.