Aauri Bokesa

“Soy española, pero también bubi, mis padres nacieron en Guinea Ecuatorial, soy negra y estoy orgullosa de serlo”.

Entrevista realizada por Lucía Mbomío. fotografía Laurent Leger Adame.

Aauri Bokesa pasó de dedicarse al baloncesto y ser una fija de la selección nacional española en categorías inferiores a convertirse en una de las atletas más rápidas del país. Pese a que comenzó tarde, su progresión fue meteórica, así que dos años después de empezar en lo que para ella era un deporte nuevo, corrió en los Juegos Olímpicos de Londres. Después, vinieron las ediciones de Río de Janeiro y de Tokio. El deporte es una parte fundamental de la identidad de esta madrileña, sin embargo,  desde hace poco le gusta que en su presentación también figure que es una mujer negra, bubi, española y trabajadora social.  Su condición poliédrica y su análisis interseccional de la realidad le lleva a tener un discurso en el que cabe hablar de cómo es competir teniendo la regla, de qué tal se lleva ser muchas cosas y sentirse de varios sitios y de lo importante que puede resultar el deporte para limar desigualdades sociales sin incurrir en idealizaciones simplistas. Sabe que queda mucho por hacer y por transformar pero celebra que desde muchos flancos se estén implementando proyectos para que el cambio sea inevitable.

En los últimos tiempos has tenido un proceso de toma de conciencia feminista y antirracista, ¿a raíz de qué? 

Sí y si esto ha sucedido es porque ha habido dos puntos de inflexión en mi vida. El primero se dio cuando me fui a Suiza y conocí a chicas afroeuropeas  que tenían vivencias muy similares a las mías. Creo que hasta entonces no había sido tan consciente de los complejos que yo tenía por el hecho de ser negra y haber crecido en un entorno mayoritariamente blanco. Recuerdo lo que me sorprendió que una compañera suiza, de ascendencia afromarroquí y costamarfileña, apareciera con unas trencitas de hilo en una cena. Verla me trasladó a mi infancia, época en la que al salir a la calle con ese mismo peinado mis vecinos me decían que ya me habían puesto los “cuchiflitos”. Yo los odiaba con toda mi alma. Ella, en cambio, salió con el pelo así, tranquilamente, y otros días llevaba sus rizos.  Algo que puede parecer nimio a mí me sirvió como punto de partida para pensarme como mujer y como mujer negra con más profundidad. Antes de mi estancia en Suiza, cada vez que me preguntaban si había experimentado machismo o racismo en el deporte siempre contestaba que no. A día de hoy, con un grado de conocimiento mayor acerca de cómo operan ambos sistemas y a sabiendas de que pueden llegar a ser intangibles pero muy hirientes, reconozco un montón de vivencias que sí han sido racistas y/o machistas. Al final, todo eso forma parte de mi identidad y lo cierto es que cada vez me apetece saber más al respecto, aprender y trabajar para que se puedan visibilizar y denunciar el racismo y los problemas a los que nos enfrentamos las mujeres.

¿Y qué ha supuesto para ti esa toma de conciencia en términos personales?

Aquí tengo que hablar de mi segundo punto de inflexión: el asesinato de George Floyd, durante la pandemia. Me causó una fuerte impresión. Me acuerdo de un directo que hicieron el actor Lamine Thior y el músico y educador Chojin. Tras verlo, pensé en lo  curioso que era que pasaran cosas y que, a nivel social, no siempre nos paremos a reflexionar acerca de sus causas ni de sus consecuencias. Como mujer negra, había tenido experiencias que había pasado por alto y, con el tiempo y algo más de conocimiento, comencé a comprender que eran producto de un sistema machista y racista.  Hasta ese momento, yo ni me había parado a preguntarme si las microagresiones cotidianas me sentaban bien o mal, simplemente ocurrían y yo las normalizaba, tanto es así que ni siquiera las contemplaba como agresiones. Lo encajaba como podía siendo siempre la única negra en mis diferentes grupos. Tengo una anécdota pequeñita pero creo que bastante ilustrativa en este sentido: siempre me tocaba hacer de la Spice Girl negra, pese a que yo quería ser la deportista, como si  únicamente pudiera identificarme o definirme por mi color, aunque cualquier persona sea mucho más que la piel que la recubre. No obstante, he de decir que yo nunca he sentido ese enfado que, con razón, sí que han experimentado otras personas. En mi caso ha sido más como una revelación, algo superbonito puesto que se trata de una oportunidad de poder conocerme más y eso es algo que, con el ritmo de vida que tenemos, no es tan habitual. A raíz de mi toma de conciencia me he hecho preguntas, me he cuestionado cómo me sientan ciertas cosas o a qué responden mis reacciones ante determinadas vivencias. También me ha tocado pasar por esa época en la que te da por leer todos los libros y ver todas las películas protagonizadas y dirigidas por personas negras sobre temas relacionados con la raza y/o el racismo.

“Si tengo tan clara mi identidad es porque la construyo yo, no me la construyen lxs demás”.

Teniendo en cuenta que es algo relativamente reciente, ¿cómo lo ha llevado tu entorno?

Hay de todo: tengo amigas que me han pedido perdón por no haber sabido que había actitudes o comportamientos suyos que me podían molestar. Francamente, no considero que tengan que disculparse, ahora bien, pese a que no lo exijo, me parece bonito que lo hagan. Otras, en cambio, prefieren no abordar este tipo de asuntos. Por supuesto, respeto su decisión, sin embargo, me molesta un poco aunque asumo que la que ha cambiado soy yo. Ya no soy la misma Aauri de hace diez años. En la actualidad, me da por ponerme profundísima mientras estamos tomándonos unos vinos cuando el resto lo que necesita es desconectar y conversar sobre temas más mundanos tras una semana de trabajo dura. Algo anecdótico con Pedro, mi marido, que es blanco es que no me di cuenta de la “turra” que le estaba dando con el antirracismo hasta que me dijo que necesitaba descansar de ver películas de negros. Ahí entendí que no debo imponer el ritmo de mi proceso al resto. No hace falta pasarse tres meses enteros viendo películas super intensas e incluso tristes de racismo. Se puede ir poco a poco y eso también está bien.

¿Cómo definirías con tu mirada actual tu paso por el mundo del deporte?

Viví una primera etapa de muy pequeña, cuando jugaba todavía al baloncesto e iba con la selección española. Yo quería ir con el combinado nacional, que me escogieran entre las doce mejores jugadoras de España de mi categoría puesto que era algo muy importante y, al tiempo, no me sentía del todo española. No era porque no quisiera sino debido a las dudas constantes que recibía acerca de mi identidad. No me dejaban que me sintiera del sitio en el que he nacido y crecido. La verdad es que, por aquel entonces, yo tenía bastantes dilemas. Las jugadoras de la selección éramos muy buenas y, precisamente por eso, tuvimos la oportunidad de escuchar varias veces el himno de España desde un podio. Fuimos campeonas de Europa en cadete y también en la sub18. Eso no me ha pasado, y me hubiera encantado, en mi carrera como atleta. El caso es que de pequeña ese momento me resultaba incómodo y sin embargo, ahora, de mayor, que sé que no voy a ganar una medalla como atleta española, lo sentiría diferente.

¿Y por qué?

Porque de pequeña vivía con rabia que lxs demás cuestionaran mi españolidad. Yo he tenido la segunda mejor marca de todos los tiempos como atleta y a mí me han llegado a decir que si yo hiciera el récord de España, realmente no sería el récord nacional porque, claro,  yo, pese a nacer aquí, tener DNI y haberme criado en este país no puedo ser considerada “española-española”. Se trata de comentarios con los que tienes que lidiar y que tampoco puedes discutir mucho ya que vienen de gente cercana que te aprecia. A día de hoy, gracias a todo mi trabajo de introspección, a conocerme y a saber quién soy, ya no me pesa lo que otros digan sobre lo que creen que soy. Si tengo tan clara mi identidad es porque la construyo yo, no me la construyen lxs demás. Tener eso claro provoca que esté mucho más cómoda en ambientes en los que antes me costaba sentirme a gusto. Además, cada vez soy más consciente de que mi identidad no se define por un único parámetro como es la nacionalidad, soy muchas cosas al mismo tiempo. Ese ser múltiple se hizo más patente tras recibir los resultados de un test de ADN en el que me salió que era un 20% originaria de Kenia y un 60% de Nigeria. Esto último lo tenía claro puesto que sabía que mi abuelo materno era nigeriano pero no tenía ni idea de que su impronta en mis genes fuera tan grande y tampoco imaginaba que llevara a Kenia en mi torrente sanguíneo. Así las cosas, yo soy española, pero también bubi, mis padres nacieron en la Isla de Bioko, Isla perteneciente a Guinea Ecuatorial, soy negra y estoy orgullosa de serlo. Con todo, no he podido sentirme del todo española en España debido a que esa arista de mí siempre ha sido cuestionada por un porcentaje de la población de España (blanca y no blanca) y , del otro lado, muchos africanos, han cuestionado mi africanidad,pese a que desde niña, en casa, hayan reforzado mucho mi pertenencia al pueblo bubi y mis orígenes. Cuando digo que soy española, algunas personas, blancas y no blancas, piensan que eso significa que reniego de mis orígenes y no estoy orgullosa de ellos ni de quién soy. Esto, si te soy sincera, sí que ha sido muy doloroso para mí. He lidiado mejor con la “mala” opinión de españoles blancos cuestionando mi identidad que de personas africanas, guineanas, o no blancas en general… Lo que me encantó de mi test de ADN es que provocó que volaran por los aires pilares que parecían estancos de mi identidad. El autoconocimiento te da herramientas para poder lidiar con cuestionamientos externos, relativizarlos e incluso entenderlos. Y luego, dependiendo del momento, habrá veces que me apetezca rebatir ciertas opiniones no requeridas y otras que no. No obstante, eso no significa que pueda librarme de tener momentos desagradables.

¿Te apetece hablar de ellos?

¡Sí! Tuve un problema con la federación de atletismo y lo comenté en una entrevista que me hicieron en un periódico deportivo. A raíz de mis declaraciones me llovieron comentarios negativos. Lo más sorprendente (o no) es que a pesar de que la polémica tenía que ver con que yo me quejaba del trato que había recibido por parte de mi federación, buena parte de los que escribían obviaban el asunto y se dedicaban a dudar de mi españolidad por el hecho de ser negra y de muy malos modos, además. Obviamente, este tipo de cosas cansan.

¿Tu vida como deportista te ha preparado para soportar los juicios de personas que no te conocen y que pueden llegar a ser tremendamente crueles o una nunca se acostumbra a algo así?

 Yo creo que se aprende. El deporte nos prepara para ser personas resilientes y un poquito más duras puesto que lidiamos con muchas cosas desde una edad muy temprana. Estamos acostumbradxs a caernos y levantarnos de ahí que a mí, ahora, los comentarios malintencionados me hacen hasta un poco de gracia. Preferiría que no estuviesen, pero de igual modo que antes solo me hubiera centrado en eso, en la actualidad trato de no perder el foco en lo que es importante.  

Dejando a un lado las polémicas y a los “opinólogos”, volvamos al mundo del deporte: ¿si volvieras a nacer, serías deportista profesional?

Sí,  pero bajo ciertas premisas. Llevo muy mal que solo se lea el deporte desde una perspectiva positiva y casi idealizada. A mi modo de ver, el deporte es un reflejo de la sociedad, los valores que se aprenden en el deporte no tienen por qué ser siempre positivos. Así las cosas, lamentablemente, hay abusos de poder, sexuales, psicológicos, trampas, etc… El deporte no es bueno por sí solo, no educa, no adquieres valores positivos únicamente por hacer deporte. El deporte PUEDE, y me encanta hacer énfasis en la palabra PUEDE, ser un gran transmisor de valores positivos y una herramienta para el desarrollo y el cambio social, pero para ello se tiene que usar de manera correcta y has de acompañarte de las personas e instituciones adecuadas, el deporte puede darte muchas cosas buenas, como la disciplina, el esfuerzo, la organización o la gestión del tiempo y en mi caso,  además, un montón de personas a las que adoro y un aprendizaje derivado de aquello que no es tan bueno.

¿Y si pudieras mandarle un mensaje a la Aauri pequeña que estaba empezando qué le dirías?

A la que empezó con ballet y natación, porque no comencé con baloncesto, le diría que no se lo tome tan en serio y que no permita que la gente que hay a su alrededor también se lo tome de esa manera. Otra cosa que le comentaría es que no fuera tan dura consigo misma. Esto me ha pasado a lo largo de toda mi carrera deportiva, no he sabido valorar a tiempo cada uno de mis triunfos y de los pasos hacia delante que he dado. Incluso haciendo marca personal me  autorregañaba por considerar que podía haber corrido más rápido o que no había hecho la salida perfecta. Acaba por ser un castigo y es una pena porque hay experiencias que únicamente pasan una vez, en ese instante no sabes que jamás van a repetirse y solo las valoras cuando es tarde. Desde hace tres años, a lo sumo, he aprendido a relativizar, los malos resultados, las decepciones, las lesiones… Se puede estar lesionada o haber hecho una mala carrera y estar feliz. Tú eliges si quieres quedarte solo con lo malo o sacarle también aspectos positivos. 

Has hablado en varias ocasiones del camino y de sus vicisitudes, ¿quién o cómo os acompañan?

Estamos trabajando para que las nuevas generaciones tengan las cosas no voy a decir más fáciles, dado que el esfuerzo es algo que nunca va a faltar en la vida de una persona que se dedique al deporte, pero sí saltarse aquellas que no son en absoluto buenas para su desarrollo. Pienso, por ejemplo, en jóvenes a quienes tildan de “promesas” o “futuras estrellas” y en la presión que reciben sin que nadie caiga en la cuenta de que son niñxs todavía y en lo peligroso que puede ser que les llenen la cabeza de pájaros. Te hablo no solo como deportista sino como trabajadora social. Considero importantísimo que pueda haber equipos multidisciplinares compuestos por profesionales que apoyen a lxs deportistas, que se preocupen por cómo están, que les enseñen a relativizar y que velen por sus derechos. Especialmente si son menores. Y me centro en esta franja de edad porque es entonces cuando se sientan las bases de su desarrollo posterior.  Si se les proporciona herramientas desde la infancia, al  llegar a la juventud o a la edad adulta podrán usarlas y caminar de forma más segura en todos los ámbitos de su vida. Centrándonos en lo deportivo, podría servir para evitar abusos por parte de sus entrenadores y no me refiero a los sexuales únicamente. Hay entrenadorxs que se limitan a trabajar para que lxs deportistas con lxs que trabajan bajen de peso, puesto que consideran que eso servirá para que rindan más, pero les da igual si como consecuencia de ese objetivo destrozan su autoestima o provocan que desarrollen un trastorno alimenticio.. Es importante que lxs entrenadorxs entiendan que deben estar muy formadxs ya que también son educadorxs que pasan mucho tiempo con menores. Pienso en cómo algunxs deportistas abusamos de pastillas para dormir, ansiolíticos, antiinflamatorios, que tomamos como caramelos para no perdernos los entrenamientos aunque tengamos dolores.  Todo esto tiene que trabajarse. Yo misma debo reconocer que tengo una relación poco sana con la comida desde que hago atletismo. Con el baloncesto no lo pensaba mucho porque era un deporte diferente, pero desde que hago atletismo sé que si como algo me voy a sentir mal y si no, también. Vamos, que me siento mal en muchas ocasiones, lo bueno es que ahora lo sé y cuento con mis herramientas para llevarlo lo mejor posible. El trabajo psicológico es fundamental  y yo, por mi formación, cada vez estoy investigando más acerca de cuál puede ser la labor del/lx trabajadorx social en el deporte.  

Como deportista, se tienen vivencias maravillosas a edades muy tempranas. Es muy fuerte que hayas estado en tres Juegos Olímpicos.

Empecé muy tarde a hacer atletismo porque antes jugaba al baloncesto. La primera carrera que corrí fue en 2009 y tenía 18 o 19 años.  Soy consciente de que he conseguido mucho habiendo empezado tan tarde y habiéndome dedicado solo dos años a él al 100%, pero me resulta inevitable no pensar en qué hubiera pasado si hubiera comenzado de pequeñita. Por una parte puedo poner en valor lo que he hecho y sin embargo luego pienso “sí, pero nunca me he subido a un podio de una competición internacional”. He sentido muchísima frustración por no conseguir marcas personales a pesar de ir a mundiales y a competiciones de mucho nivel.

¿Crees que ahora los equipos de psicología se preocupan más por las personas que por las marca que hacéis?

 Sí, sin duda. Lo que no tengo tan claro es que también se preocupen por nosotrxs  las instituciones, federaciones, etc… Lo bueno es que cada vez más lxs deportistas estamos hablando de esto, de nuestra ansiedad, nuestras frustraciones , de la importancia de estar fuerte mentalmente. Contarnos nos sirve, entre otras muchas cosas, para entender que, aunque compartamos vivencias y sentimientos, no todxs somos iguales y que, por tanto, nuestras necesidades tampoco lo son. De ahí que haya quien necesite ser acompañadx por unx trabajadorx social, otrxs por unx coach deportivx, yo, por ejemplo, estoy con una psicóloga deportiva que es psicoanalista. Es fantástico que haya tantos recursos en el ámbito de la salud mental. Con todo, considero que sería importante contar también con trabajadorxs sociales que pudieran orientar acerca de qué recursos son más convenientes para cada cual. Ojalá esto lo tuvieran claro en las instituciones.

Hablando de frustración, ¿cómo estás afrontando el final de tu carrera? ¿Y cómo y quién decide que ha llegado el momento de colgar las botas?

Lo ideal es que lo decidiera la/el/le propix deportista. Esa sería la retirada perfecta. Sin embargo, hay casos que son bien diferentes como los de lxs deportistas que se ven obligadxs a retirarse por una lesión. Yo he estado ligada al deporte casi toda mi vida. Cuando me fui a Suiza, en 2017, salí huyendo del Centro de alto rendimiento y de la relación con mi exentrenador, así que tenía pánico a regresar a España, a entrenar en la Blume (residencia para deportistas de alto nivel  ubicada en Madrid) y hasta a competir aquí. Sin embargo, en la actualidad, siento que me estoy reconciliando y entreno en la Blume. Justo ahora que me siento tan bien me da un poco de pena tener que dejarlo. Así que sí, creo que me va a costar, sobre todo por estar con la gente, entrenar, ponerme objetivos o por los viajes.

¿Pero lo tienes que dejar o lo quieres dejar?

Quiero dejarlo. Tengo 34 años y quiero hacer muchas cosas en el ámbito del trabajo social. Por otro lado, aunque hay muchas atletas que están decidiendo ser madres y seguir compitiendo, tengo claro que ese camino no es para mí. Con todo, reconozco que siento un poco la presión de la sociedad y el agobio biológico respecto a qué es lo que se supone que debería estar haciendo a mi edad. Por ahora, voy a seguir hasta los Juegos Olímpicos de París. Mi objetivo no es tanto llegar a competir ahí, como hacer toda la preparación. Sin embargo, me estoy lesionando bastante, de modo que no sé qué va a pasar.

Además del deporte, el trabajo social ha aparecido varias veces a lo largo de la entrevista. Se nota que ahí hay amor. De hecho, has hablado de un proyecto personal que ya has puesto en marcha, ¿podrías hablarnos de él?

Años después de concluir mi formación universitaria he entendido por qué estudié trabajo social. Ser hija de inmigrantes y ver desde pequeña la ayuda que tanto mi padre como mi madre han brindado a gente que venía de Guinea Ecuatorial ha provocado que yo también haya querido ayudar pero hacerlo de una manera distinta, evitando perpetuar situaciones de dependencia ya que no creo en la caridad. En 2014, el que era seleccionador del equipo nacional de atletismo me dio uno de los mejores consejos de mi vida. Cuando le conté qué es lo que me gustaría hacer en el futuro él me señaló que debía hacerlo ya, en ese momento, puesto que una vez concluyera mi carrera deportiva nadie se acordaría de mí y me resultaría mucho más difícil levantar mis proyectos. Tuve muy presente sus palabras, tanto es así que al entregar mi trabajo de fin de grado ya estaba  colaborando con la agencia antidopaje, que ahora se llama Comisión Española para la Lucha Antidopaje. Daba charlas en colegios sobre el deporte limpio y sus valores positivos. El caso es que hice mi trabajo de fin de grado y fui a hablar con el que era director de la agencia, le expliqué en qué consistía mi proyecto y a él no solo le gustó sino que me comunicó que había presupuesto como para poder sacarlo adelante. Me puso en contacto con un compañero suyo de trabajo, profesor y doctorado de INEF, que ya tenía experiencia con la educación en valores a través del deporte con adolescentes en situación de desventaja social. Juntxs le dimos las últimas pinceladas a la propuesta, nos financiaron y ya llevamos ocho años con “DXT para la vida”, que es una iniciativa para trabajar valores a través del deporte destinada a menores que están en centros de acogimiento residencial. Su objetivo es ser un soporte de los educadores y trabajadores sociales que ya trabajan con estos menores en los centros para que cuando estos niños salgan de los tres centros en los que trabajamos (en Madrid, Barcelona y Granada), a los 18 años, hayamos contribuido a equiparar un poco la balanza con los menores que sí tienen una infancia normalizada.

¿Y qué papel juega ahí el deporte?

Ellos saben que el proyecto no es solo bajar a jugar, a hacer fútbol, baloncesto o lo que sea sino que trabajamos valores como el respeto, la participación, el esfuerzo, el sentimiento de pertenencia, la autonomía personal, la autogestión,  la ayuda mutua y el liderazgo de manera explícita (Siguiendo el Modelo de Responsabilidad Social y Personal de D. Hellison). Además, hacemos diferentes actividades con clubes deportivos y deportistas que van al centro a dar charlas. El proyecto está enfocado a preadolescentes pero luego, con lxs adolescentes que ya han concluido su etapa en “DXT para la vida” trabajamos en su proceso de autonomía y transición a la vida adulta, por ejemplo, animándoles a que vayan como voluntarixs a los partidos de baloncesto. También hemos sacado un programa de formación a técnicos. El objetivo es que durante dos años, de los 16 a los 18, se estén formando como entrenadores de baloncesto y haya una posibilidad de que en el futuro se les pueda contratar en el propio club. Mi idea post deporte es esta, crear proyectos de este tipo, seguir investigando sobre el trabajo social deportivo como herramienta para el cambio y el desarrollo  y no limitarme a llevar a cabo esta labor con deportistas sino ampliarlo a todos los sectores considerados vulnerables. Así las cosas, podríamos tener presencia en centros penitenciarios, con mujeres que han padecido violencia machista, con personas con adicciones…

De modo que unes deporte y trabajo social y, aparte, tienes muy presente la perspectiva de género tanto en tu labor en los centros como en el propio deporte.

Sí, de hecho, el otro día estuve en unas ponencias sobre moda y deporte y fueron superinteresantes. Hablamos de cómo se sexualiza a las mujeres deportistas o de la manera en la que los medios de comunicación podrían favorecer la equiparación en cuanto a la atención y el trato a lxs deportistas independientemente de su género. Yo creo mucho en los proyectos liderados por gente que sabe. Explicito esto debido a que hay propuestas excelentes, que abordan la maternidad o que favorecen que cada vez haya más entrenadoras, pero en demasiadas ocasiones hay solo buena voluntad y eso trae como consecuencia que las iniciativas no sean demasiado útiles ni transformadoras. Llegadas a este punto me parece importante añadir que también es positivo celebrar los hitos logrados. Por ejemplo, el atletismo es uno de los deportes más igualitarios, hasta hay competiciones mixtas. Por supuesto que queda mucho por hacer, pero también hay que reconocer los avances que hay.

¿Y qué es lo que queda por hacer?

 Falta trabajar aquello que se ve menos y, precisamente por eso, resulta menos tangible como por qué las adolescentes dejan antes del deporte, por qué las mujeres no están en puestos de dirección o por qué no se conoce nada sobre nuestra salud. Yo misma, con 28 años,  llevaba un anillo vaginal anticonceptivo con el que dejaba de venirme la regla y no era consciente de que esta alteración hormonal  podía perjudicar mi rendimiento deportivo. No obstante, como pienso que, además de quejarme, es importante responsabilizarme, ahora participo en varios proyectos con el fin de contribuir a que tengamos una sociedad menstrualmente responsable.

¿En qué consiste ese proyecto  sobre menstruación en el que participas?

Soy embajadora del movimiento social “menstrual point”, que reivindica más educación menstrual, que existan dispensadores de productos menstruales ecológicos, que exista una mayor investigación sobre la salud de las mujeres y también la lucha para la educación de la pobreza menstrual.

¿A qué te refieres con pobreza menstrual?

Hay adolescentes que se quedan en casa sin ir a clase cuando tienen la regla porque no disponen de productos menstruales y gente que no puede permitirse adquirir productos menstruales… Tendemos a pensar que sólo ocurre en África o en el Sur global, cuando en Occidente también pasa y es más habitual de lo que imaginamos. Lo que reivindica este movimiento es que haya dispensadores de productos menstruales buenos para la salud, orgánicos y sostenibles en los sitios de trabajo, de estudio o en los centros deportivos. ¿Y por qué lo de orgánicos y sostenibles? Porque no puede ser que los tampones vayan envueltos en plástico y lleven aplicadores del mismo material… Son útiles un máximo de diez segundos pero luego tardan años en descomponerse. Tampoco puede ser que las compresas lleven también plástico, perfumes y materiales nocivos… Mi labor como embajadora es aprender y hablar de todo esto. Yo hasta hace no mucho, por ejemplo, ni sabía lo que era la endometriosis y he visto cómo se ha juzgado a compañeras por no poder entrenar con normalidad. También conozco casos de compañeras que se hacen pis o tienen pérdidas cuando están entrenando y se debe a que su suelo pélvico no está bien pero no lo saben o no lo sabemos debido a que desconocemos las problemáticas de salud que afectan a nuestros cuerpos porque nunca se habla de ellas.

Aauri.